Luís Alonso Santiago, la memoria de Ortigueira
EN MEMORIA
El 30 de diciembre de 1929, según consta en el carnet de afiliado a la Falange de Ortigueira; el 31 del mismo mes, según otra información; o el 4 de enero, según tu DNI, naces José Luis Alonso Santiago., uno de los cinco hijos que tendría el matrimonio formado por José Alonso y María Santiago, en una casa de la parroquia de San Bartolomeu de Cariño, entonces perteneciente al Concejo de Ortigueira.
Además de Luis, que era el menor, tendrían a María Luisa, Antonio, Pepita y Carmen, quedando una sucesión de María Luisa y Pepita. Hoy, 19 de septiembre del presente año, expiró en Pamplona, donde residía, tras su regreso definitivo de París, donde había emigrado en 1963. Fue uno de los tantos emigrantes ortigueiranos, pero de los más singulares. , quien tendría que buscar un futuro mejor del que imaginaba que tendría en Santa Marta de Ortigueira, pueblo que lo acogió en plena "Guerra", iniciada en 1936, cuando llegó a curarse de " escrofulismo" en el mismo hospital.
Luego, en 1942, ingresó al “Asilo-Hospital Dolores Díaz de Dávila”, conocido como el Asilo. Luís y los 21 años de estancia en Santa Marta, en el asilo, y Luis y Miñaño, donde tenía su sede dicha institución benéfica, quedarían unidos para siempre a partir de esa fecha, pasando a ser conocido como Luís do Asilo o Luís del Asilo, según el lengua de cada hablante. En Miñaño forjó la más sincera amistad con familiares como los de Barro Bello, que permaneció hasta el final de sus días.
Si don Antonio Machado recordaba su infancia como "un patio de Sevilla donde florecía el limonero", Luís habría tenido la misma experiencia con la casa de sus abuelos Cariño, Vicente Santiago y María Freire, situada en la calle Centeás; casa y vivencias que evocaría muchos años después comiendo unos cachelos en París, invitado por unos amigos que vivían al lado de la plaza del Trocadero, el día de la Virgen de las Angustias. “Aquellos cachelos fueron para mi la magdalena de Proust, el detonador de recuerdos lejanos y familiares (Chicharrón en abundancia algunos años, hambruna en otros y estraperlo y géneros políticos que obligaban y marcaban a las personas según su ideología).
Al conjuro de ellos, me veo niño en casa de mis abuelos en la calle Centeás en tiempos de la República. Era una casa hermosa, con dos ventanas y puerta a la calle en la planta baja y otras tres ventanas en el plano superior, con pequeño balcón de hierro en el centro. En la parte trasera había un amplio balcón-corredor que daba al patio y la huerta. En el patio, estaban las cuadras y el pozo con bomba de mano y brocal de hierro. En el balcón- con excusado, a un extremo- siempre lucían ristras de espigas de maíz o ramas de alubias para secar».
Con palabras del propio Luís extraídas de su prodigiosa memoria, donde guardó su inconmensurable experiencia hasta tiempos recientes, traemos aquí esos primeros recuerdos escritos y descritos por él "En esta cocina lucía mi abuelo (que era socialista, admitiría en ese mismo escrito) sus habilidades de buen cocinero, que no sé dónde había aprendido. Mis recuerdos van a las deliciosas chaolas del carnaval, a las cuales él daba formas caprichosas y que nadaban en la superficie del aceite inflándose con el calor, las orellas de frade y los freixós, en los cuales su fantasía jugaba con mantecas y licores para darles un sabor especial que era su secreto». Abuelos maternos, y tío Bernardo, quienes serían sus protectores inmediatos tras la muerte de su madre cuando él sólo tenía 26 años. Unos niños pequeños al cuidado de unos abuelos y un tío, caben todos en una sola página. Maruja, la mayor, recordaba estos años difíciles, y eso es lo que escuché cuando nos reunimos en Santiago de Mera, de vacaciones, en casa de mi abuela Lola, en Porteiro. Maruja, al igual que Luís, conservaría su memoria durante toda su vida.
Cuando Luís tenía seis años se fracturó la pierna izquierda, precisamente al caer desde lo alto de una escalera de cemento en casa de sus abuelos. Después de un período de mala soldadura ósea, esto significó que tendría una ligera cojera de por vida, como él mismo nos recordó.De esta escalera me caí yo a los seis años, fracturándome la pierna izquierda, fractura que quedó mal soldada hasta el punto de que el médico (D. Alejandro Carreño) no veía otra solución que volver a fracturarla. El abuelo pensó que iba a sufrir mucho y el médico vaticinó: -De todos modos, tampoco vale la pena porque nunca llegará a ser un muchacho. Dios se encargó de vaticinar lo contrario, aunque me dejase cojo para toda la vida.» Con estas palabras Luis describió aquella lamentable circunstancia, aunque agradeció a Dios por el resto. Así era Luis: agradecido con Dios y con sus semejantes, aceptando siempre su destino y sus circunstancias.
Luís recordó aquellos años difíciles como los «Tiempos turbulentos». Estamos hablando de los años treinta del siglo pasado, cuando yo era muy joven, pero ya tengo muy buena memoria. En esos últimos años de la Segunda República hasta 1936 y 1937 viviría diversas experiencias de la mano de su abuelo: desde escuchar mítines, presenciar revueltas y desfiles en las calles, escuchar críticas de unos y otros, tanto de los monárquicos , de los radicales, de los anarquistas, de la derecha, de la izquierda; Oiría y vería todo.
Durante su estancia en el pueblo de Santa Marta conocería al señor Jesús Márquez Cortiñas, el director de la "Academia Santa Marta", donde continuaría su formación cívico-religiosa, al igual que el resto de la población, matriculándose, o matriculándose. , en el Frente Juvenil, de donde se obtienen los datos del inicio que sitúan su nacimiento el 30 de diciembre de 1929, expediente que le otorga a Luis el oficio de "empleado". Luís lo recordaría unos años después «Los niños, ajenos a la tremenda dimensión del conflicto, asistíamos a las escuelas ahora “nacionales” y en ellas aprendíamos el significado de “valores eternos” como Dios, Patria y Hogar. Un lirismo desbordante se apoderaba de nuestras mentes al conjuro de azañas “gloriosas” de nuestros antepasados y sonábamos con imitarles en valentía y arrojo. Se formaban desfiles de Flechas, Pelayos y Balillas, con uniformes azules y fusiles de madera, cantando aquello de: “Soy Flecha, soy Flecha, cachorro soy de León, con las ansias de un Imperio que es mi esperanza y es mi ilusión”».
Las palabras de Luís, las vivencias y sufrimientos de muchos y muchas en aquellos tiempos que él llamó convulsos. ¡Guau si lo fueran!
Luís escribió esto después de conocer la emigración, la época en París, donde hacía todo lo posible por aprender más y mejor, por cultivarse, trabajando, dirigiendo obras de teatro, que ya habían comenzado en Ortigueira, como también nos recordaba Charo Suárez, esa gran amigo, ese día de la celebración del Acto de hermandad en honor a Charo Suárez, en el Teatro de Beneficencia el 4 de agosto de 2018. Charo al medio y a su derecha Luís, acto organizado por Terras de Ortegal, la AA. VV de Couzadoiro, los amigos de Paporroibo, el Ayuntamiento de Ortigueira y el semanario LVO. Allí nos reunimos muchos, y Luis destacó junto a Charo, como otro de los grandes representantes de la cultura Ortigueira de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI.
Charo y Luís, aún no ha pasado el año, y en ese tiempo dejaron esta tierra huérfana, huérfana de recuerdos y huérfana de sentimientos, escrita y hablada por ellos con un estilo propio y magistral, con un sentido sentido y verdaderamente representado. narrativa, como no podía ser de otra manera en quien tanto amaba el teatro.
Hoy recordamos el regreso de Luís, el regreso a España, a su pueblo de Santa Marta de Ortigueira, y el asentamiento en Pamplona, donde junto a su amigo Manolo viviría los últimos años, hasta el último, este 2023. .
Gracias no basta con decir, gracias inmensas y nos falta gratitud. Lo mínimo que podemos hacer es evocar la memoria de su obra, recogiendo, como lo hacemos, lo aparecido en diversos medios y publicaciones ya conocidas contadas por él.
Luís recibiría premios, reconocimientos y distinciones. Al primero en Ortigueira, como aquel III Premio Nacional de Autores de Teatro de Títeres en 1958, y luego a los conseguidos posteriormente en Francia (donde incluso lo recibirían los Reyes Juan Carlos de Borbón y Doña Sofía de Grecia, que no era pequeña) . Uno de los más destacados sería la concesión de esa Medalla de la Emigración, ese reconocimiento a su labor, ayudando a los emigrantes, llevando el teatro por París, Saint German en Laye y Versalles, como ya había hecho aquí antes, como heraldo de Ortigueira y los gallegos en Francia. Obras teatrales para emigrantes, por las que recibiría el premio de dicha federación.
Prepara obras de teatro, colabora activamente con la Asociación Club Español Luz y Calor durante diez años, no desdeñando la oportunidad de dirigir obras de Moliere, Priestley o Casona. También participa en giras por España. Precisamente, dirigiendo y presidiendo aquel club se trasladaron de Valencia a Galicia, siendo la primera vez que esto ocurría, ya que el Instituto de Emigración, convencido por el ejemplo de Luís, subvencionó esta gira, estando representadas las distintas piezas en Vilalba, Ortigueira. y Cariño. Todo eso fue obra de Luis.
Además, escribe para La Región de Ourense desde 1971, participando en el Congreso Internacional de la Emigración, que sesionó ese mismo año, en ciudades como Oviedo, Xixón y Compostela; y por eso, entre otras cosas, merecería esa medalla de la Emigración. También escribe para La Voz de Ortigueira, donde comenzaría. También escribió en el Diario 16 de Madrid o El Mundo Deportivo de Barcelona, según informaron varios medios publicados. Fue un excelente periodista deportivo y recopiló las crónicas de innumerables partidos disputados en la región, donde conoció a todos los jugadores, desde La Juventud de Hierro, La Furia, O Mezquita de San Claudio, o Feás o o Cariño.
Luis Alonso hizo grande su tierra y el pueblo que lo acogió de niño con "ORTIGUEIRA a Crónica Gráfica de la Villa de Santa Marta", obra única e irrepetible editada por el Servicio de Excelencia. Diputación Provincial de A Coruña en 1988. Recupera las imágenes de una época, de los últimos años de lo que había sido una villa condal, y de principios del siglo XX. Un éxito tremendo en su día y una obra de culto hoy, igual que las de Maciñeira o Dávila, pero en imágenes y pies de foto.
Neruda en "Confieso que se vive" nos dejó escrito "Comenzaré por decir que mi único personaje inolvidable fue la lluvia». Luís nos deja sus recuerdos escritos y en ellos los personajes inolvidables, y los lugares, empezando por su abuelo y por aquella casa de la calle Centeás de Cariño, siguiendo por la casa del Pósito, por las calles de ese bonito puerto, o por el barco de el paso que unía ambas orillas de la ría de Santa Marta, de su Marta, nombre de la patrona que tanto amaba Luís Alonso, fiestas a las que, siempre que podía, asistía. Precisamente, Luís, en memoria del país que le acogió, llevaría la bandera de Francia que adorna, junto a la de otros países que fueron destino de la emigración ortigueira, los paseos de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que Desfila en procesión por las calles de Santa Martes cada 30 de junio (Día del Emigrante). En los últimos años, dada su edad, Luís esperaba el regreso de la procesión sentado en un banco de la iglesia del convento. Lo hacía siempre que su salud se lo permitía, ya que en los últimos años su cuerpo se había debilitado. Lealtad y tenacidad, esas fueron otras de las características más destacables de Luis, y quienes trataron con él y lo conocieron bien lo saben.
Los nombres de los amigos de Luís llenan varias portadas de un semanario como LVO, de amigos vivos y muertos. De los primeros no faltó, mientras pudo, a la cita para redactar, solícitamente, las correspondientes esquelas, magníficas y sentidas, que aportaban datos sobre los fallecidos, conocidos desde su infancia en el pueblo de Santa Marta, o posteriores. Así, recopiló aquellas necrológicas que, sin duda, serían dignas de ser publicadas en un volumen especial, reconociendo así el valor del resto de su obra. Datos históricos y sociales, escritos al estilo propio de Luís, donde la objetividad se mezclaba con la amistad y la nostalgia, fácil de disculpar, cuando los ojos se llenan de lágrimas al escribir sobre un ser querido que nos ha dejado. Como le pasó a Luís, hoy nos pasa a nosotros.
Heraldo de fiestas, cronista de acontecimientos, crítico de reseñas; nunca faltó, cuando fue llamado, al llamado de los hermanos de su tierra, desde los amigos de cualquier asociación hasta la corporación municipal. Discusiones acaloradas, si fuera necesario, llenas de argumentos para defender sus principios en las reuniones y conferencias en las que participó; pero también un oyente paciente dispuesto a aprender lo que no sabía y quería saber. Una figura destacada en cualquier foro, tanto por su altura física como por sus palabras y la voz radial que lo distinguía; no alardeaba de lo que no sabía, ni llenaba su currículum con títulos que no tenía, se conformaba con lo que era, lo que sabía, lo aprendido en el colegio de Cariño, en la "Academia Santa Marta", y, por supuesto, en la universidad de la vida, que al fin y al cabo es de la que, si queremos, también podemos aprender mucho.
Al reconocer su error, se disculpó públicamente y se retractó si se había excedido en alguna crítica, porque no tenía todos los detalles al realizarla, como la representación de una obra teatral realizada por estudiantes o por fanáticos, en la que Tenía más ganas que el arte, por lo que la calidad de la representación era baja. Amiga de la pureza en las artes escénicas, pero innovadora, como recordaba Charo Suárez, que no rehuía elegir obras difíciles de representar. En los años cincuenta del siglo pasado, Luís y el recordado Antonio Rivera Losada se atrevieron a interpretar obras clásicas en los escenarios de esta región, al igual que varios maestros, en una época en la que había pocas radios y poca televisión y había que dedicar tiempo y coraje para hacerlo.
A Luís le encantaba el deporte, lo practicaba y publicaba crónicas de los partidos de fútbol local. También el cine, el buen cine, aunque en su juventud vio mucho de lo otro en las salas de cine de la región. recogido afiches, fotografías, revistas y libros, muchos libros, tanto en gallego como en español o francés. Era un ávido lector, y un amigable conversador, era, en definitiva, como decía D. Antonio Machado, un hombre que no nos debe nada y a quien le debemos tanto. Se merece un buen viaje, en ese barco sin retorno. Nos quedamos con su obra y su ejemplo, por eso no nos pidió nada a cambio. Lo que se lleve a cabo de aquí en adelante es más que merecido, y deberíamos haberle pagado, si no todo, al menos en parte.
Descanse en paz, como uno de los hijos buenos y generosos de esta tierra.
Por: Xosé Carlos Breixo Rodríguez, cronista oficial del Ayuntamiento de Ortigueira. (Versión en gallego).