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El Ayuntamiento de Ortigueira, el más grande de la comarca de Ortegal, tiene una superficie de 214,9 kilómetros cuadrados y 5.966 habitantes (2017). Su gentilicio es «ortigueirés/a» o «urticariense». Ortigueira limita:

  • Al norte con el Ayuntamiento de Cariño y el Océano Atlántico.
  • Al sur: con los ayuntamientos de As Somozas y As Pontes de García Rodríguez.
  • Al este: con el Ayuntamiento de Mañón.
  • Al oeste: con los Ayuntamientos de Cediera y Cerdido.

Xeográficamente, encontramos la sierra de la Capelada al oeste, con alturas como el Concepenido (con 572 metros) o el Pilo de Moles (con 507 metros). Las sierras de la Coriscada y de la Faladoira al este marcan el límite con el ayuntamiento de Mañón. Hacia el sur, pueden distinguirse algún cumbres como el Taboada, con 438 metros, o el Punxás, con 323 metros.

La ría de Ortigueira y Ladrido es uno de los humedales más importantes de Europa, estuario del río Mera.

El centro administrativo y comercial de Ortigueira está situado en la villa de Santa Marta. El territorio municipal se divide en 22 parroquias, que son:

San Xulián de Barbos, San Xulián de Céltigos, San Cristovo de Couzadoiro, San Salvador de Couzadoiro, Santiago de Cuíña, San Sebastián de Devesos, San Xulián do Ermo, San Xoán de Espasante, San Paulo de Freires, San Xoán de Insua, Santa Eulalia de Ladrido, San Xulián de Loiba, Santa María de Luía, San Martiño de Luama, Santiago de Mera, Santa María de Mera, San Xoán de Mosteiro, Santa María das Neves, Santa Marta de Ortigueira, Santa María de San Claudio, San Xulián de Senra y Santo Adrián de Veiga.

HISTORIA DE ORTIGUEIRA

Los primeros habitantes de las tierras del Ortegal se instalaron allá por el año 35.000 la. C. Eran estos grupos de cazadores, nómadas, que encontraron su hábitat en las sierras que dominan la comarca.

Las primitivas sociedades evolucionaron bajo la influencia de otros pueblos atlánticos, de la cultura mediterránea y por supuesto del imperio romano. Este último fue determinante en la paulatina desaparición de la cultura castreña, entre finales del siglo I y el II la. C.

Con todo, nos quedan de este largo período importantes vestigios arqueológicos. Los castros de la costa y del interior, los utensilios que en ellos se encontraron, los enterramientos en forma de túmulos o mismo la toponimia de la zona hacen que aún esté presente en Ortigueira la huella de nuestros antepasados más lejanos.

Los primeros vestigios de ocupación humana en el espacio geográfico que hoy conforma el ayuntamiento de Ortigueira datan del Paleolítico Superior. Ya en el año 35.000 la. C. los amparos naturales de la Capelada constituían el hábitat de grupos de cazadores. Estos primitivos pobladores eran nómadas que procuraban alimento entre las numerosas colinas, sin abandonar los lindes de la sierra.

La huella de estos primeros habitantes conocidos de Ortigueira está presente en varias construcciones megalíticas. Los dólmenes –enterramientos en forma de túmulos- desaparecieron en su mayoría. A pesar de lo eres se conservan en la actualidad algunos de estos vestigios entre las sierras de la Capelada y la Faladoira.

Entre finales del año 4000 la. C y comienzos del siglo IX la. C. comienza a apreciarse en Galicia el descubrimiento de la metalurgia y el arte rupestre. La metalurgia del cobre y del vaso campaniforme aparece entre lo 2000 y el 1800 la. C. Posteriormente da comienzo a Edad del Bronce, que finaliza en el IX la. C.

La Época del Bronce Final representa, en toda el área atlántica europea, una intensa fase de relaciones comerciales y de intercambio económico. Estos hechos son consecuencia directa de una creciente demanda mediterránea de materias primas, especialmente de estaño.

El Bronce Final destaca por la abundancia de achádegosarqueolóxicos metálicos, que aparecen en depósitos o escondederos. Se trata sobre todo de armas como espadas, puñales, puntas de lanza y machados. En Senra se encontró un importante yacimiento de machados de talón que completan los antiguos restos descubiertos en el Castro del Campo de la Torre de Ortigueira.

Estos descubrimientos confirman la existencia de una población del Bronce Final, con una compleja organización socioeconómica y activas relaciones comerciales.

La paulatina evolución desde el Bronce Final a los inicios de la Edad del Hierro se produce alrededor del siglo IX la. C. Unos mayores influjos del Mediterráneo -la causa de la intensificación de las relaciones comerciales- y las innovaciones de carácter agrario provocan la explotación más racional de las tierras. De este modo se llega la una mayor rentabilidad productiva y al mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.

Estas circunstancias provocan el paso del modelo itinerante de explotación al sedentarismo. Comienza en este punto a construcción de los poblados estables que darán paso a la cultura de los castros en el noroeste peninsular.

La primera fase de la etapa castreña abarca un amplio período entre finales del primero milenio y el siglo V la. C. En el área galaico se desarrolla un proceso de sedentarismo y se construyen los primeros asentamientos castreños. Con ellos coexisten los poblados abiertos, aunque con una marcada evolución hacia el modelo de arquitectura habitacional con tendencia a la línea curva.

Los castros se yerguen, con fines defensivos, en las alas de las montañas, colinas y penínsulas, próximos a las tierras productivas. En Ortigueira se conocen dos yacimientos adscritos la esta fase de iniciación de la cultura castreña: el Castro de Concepenido y el Castro de la Punta del Tallo.

El Castro de Concepenido es el yacimiento castreño más antiguo de Ortigueira. Se sitúa en la cumbre del monte Concepenido, en la sierra de la Capelada, pero próximo a las tierras de cultivo. Para reforzar las buenas defensas naturales con las que ya contaba, sus constructores le añadieron un sistema de doble muralla alrededor de su superficie habitacional.

El Castro de Punta del Tallo, datado en la Edad del Hierro, se encuentra en la parroquia de Santa Eulalia de Ladrido. La zona en la que se asienta, conocida con el topónimo de los Castros, es un emplazamiento costero elevado 40 metros sobre el nivel del mar. El recinto posee grandes dimensiones y ocupa una península frente al puerto de Espasante. Sus defensas naturales se ven reforzadas por un hoyo profundizo cara el surleste y y una muralla en ángulo con refuerzos en la puerta de entrada.

Durante la fase de iniciación de la cultura castreña los primeros pobladores de Ortigueira conocían las ventajas que ofrecía construir cerca del litoral. Irguieron sus castros en penínsulas protegidas que les permitían a la vez disponer de tierras productivas y desarrollar actividades económicas ligadas al mar, como la pesca, el marisqueo y la navegación local.

Entre finales del siglo VI la. C. y mediados del II la. C. exténdese este modelo de ocupación. Se formalizan tanto la tipología constructiva de los asentamientos como otros trazos concretos relacionados con la cerámica y su decoración –fundamentalmente el estampado-. Los pobladores inician una tendencia a situarse próximos a los valles. Potencian ya la actividad agrícola sin abandonar sus situaciones estratégicas.

Entre los siglos II la. C. e I d. C. se produce un cambio significativo en las comunidades castreñas, provocado por el contacto con el mundo romano.

Comienzan a aparecer asentamientos de mayor tamaño, con un trazado urbanístico perfeccionado y unas espectaculares defensas. Estamos ya perante una sociedad evolucionada, con una nueva estructuración económica y un mayor desarrollo de la agricultura y el comercio.

Destaca especialmente el perfeccionamiento técnico de la cerámica castreña tanto en el aspecto formal como en el decorativo. Son suficiente en este periodo objetos como fíbulas, alfileres de bronce, ornamentos y armas como los puñales de antenas. Hace falta destacar al mismo tiempo la orfebrería castreña -diademas, torques, arracadas…-, las decoraciones geométricas de las construcciones - linteis y xambas- y la escultura -cabezas humanas y estatuas de guerreros con escudos-.

Entre finales del siglo I y hasta el II d. C. la cultura de los castros del noroeste peninsular desaparece paulatinamente, dando paso al mundo galaico-romano. Los poblados son abandonados y surgen las denominadas Villae, asentamientos que presentan un nuevo sistema de explotación del territorio.

El proceso es lento pero irreversible. Los navegantes fenicios procuraron materias primas -especialmente estaño- en los rumbos atlánticos e iniciaron viajes de explotación a partir del siglo VI la. C.

El desarrollo comercial, el nuevo tipo de yacimientos y el modelo económico le afectan la toda el área galaica. En la zona de Ortigueira quedaron huellas de esta época, como los Silos de Salmoeira de Espasante, las ánforas encontradas en la Ría o la figura de un ídolo orientalizante procedente del río Dola -Espasante-.

Si la evolución prehistórica marcó Ortigueira como comunidad castreña, fue otro fenómeno este más social y mucho más reciente, lo que dejó también una honda huella en nuestra historia y en nuestras gentes:

El fenómeno de la emigración constituye un importante episodio en la historia de la comarca de Ortegal. Este proceso fue determinante cualitativa y cuantitativamente desde la segunda mitad del siglo XIX. Luego, buena parte de los mejores hombres de estas tierras, los que destacaban en el plano físico o en el intelectual, emigraron cara América. Las razones, las mismas que las de otros gallegos: incapacidad para prosperar con los beneficios que daba la tierra, la carencia de recursos económicos…

Entre los años 1861 y 1910 el partido judicial de Ortigueira ocupaba el quinto lugar en el volumen de saldo migratorio de la provincia. Entre 1900 y 1963 consigue el primer puesto con respeto al número absoluto de emigrantes de la provincia y el tercero entre los más de 300 ayuntamientos gallegos. La cifra, de 10.571 personas desplazadas, era superada tan sólo por los municipios de A Fonsagrada, en Lugo, y A Estrada, en Pontevedra.

Este fenómeno se hace especialmente significativo al analizar las cifras de población del ayuntamiento de Ortigueira. Su número de habitantes, por debajo del promedio gallego, conlevou que la trascendencia de estos hechos había sido, y siga siendo indiscutible en todos los campos de la convivencia comunitaria.

El sentimiento de pertenencia a la comarca ortegana no se perdió en el viaje. En América llegaron a registrarse un total de 16 microcolectividades –especialmente de ámbito parroquial-. El nuestro fue el municipio gallego con un mayor número de entidades fundadas con esta referencia. Entre estas destaca la labor desenvolvido por la colonia de Santa Marta en el Centro Gallego de la Habana. Desde allí, nuestros emigrantes costearon lavaderos, caminos, cementerios y mismo reformas de iglesias para su tierra de origen.

Las huellas de los emigrantes son apreciables aun gracias a las casas de los indianos –emigrantes que hicieron fortuna en América- de la parroquia de Sano Claudio, una de las que más sofriron el impacto de este fenómeno. Son salientables las aportaciones de estos indianos desde mediados del siglo XIX, no solo en el que respeta al envío de dinero, sino también por las inversiones realizadas en la tierra natal.

Entre los años 1940 y 1950 las corrientes migratorias seguían siendo principalmente transoceánicas. Con todo, Cuba dejaba de ser el destino elegido, sustituido por países como Argentina o Venezuela.

En esta época comienza también a reflejarse una creciente emigración cara Europa, especialmente a partir de los años 1960-70. La comarca se vio nuevamente afectada por el fenómeno de la emigración, lo que conlevou un notable descenso de la población. Así, en 1971 el municipio de Ortigueira tenía cerca de 10.000 habitantes. Un 25 por ciento menos que treinta años antes.

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